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Tatuajes


Luli, tiene 14 años y está descerebrada por un cuadro tóxico. Un mezcla mortífera de estimulantes y ketamina más una buena dosis de “gomazos” en el lomo que le aplicaron en la comisaría del menor. Terapia de resocialización en manos de una tropa de primates. No tiene opciones, está virtualmente muerta. Hoy leí su cuerpo como un jeroglífico de tatuajes mientras su novio me descifraba el significado de cada uno. Como en las paredes de un templo hindú estaban allí los íconos de sus pasiones púberes. Una galería de amores enanos e imposibles -como casi todos- triviales y falsos pero que la sostuvieron el corto tiempo en que el mundo la maltrató hasta matarla. Pude ver al Diego sobre su omóplato derecho, al Che en el izquierdo, las cadenas de Octubre de los redondos en el brazo, una serpiente horrible justo donde termina el hombro, una mujer -desconocida para mí, pero que se llama Gilda- entre sus dos pechos incipientes. El pibe le trajo un par de zapatillas nuevas, impecables, por lo que intuyo: robadas. Me pidió permiso para ponérselas y lo hizo. Dijo que ella siempre las quiso y que ahora ya las tiene y que nunca es tarde…y esas cosas. Me pidió permiso para besarla como si fuese de mi propiedad. Se quitó los auriculares y se los colocó a ella. Puso el reproductor debajo de la almohada y apretó play: “se lo grabé anoche: Intoxicados y la Agrupación Marylin, le va a gustar”. Pensé que era un diagnóstico y un grupo de ayuda mutua pero no me animé a preguntar.

Luego lo saqué del hospital acostado en el asiento trasero de mi auto porque, según me explicó, "el rati de la puerta me anda buscando por unas pendejadas". Se bajó en la esquina. Caminó unos pocos pasos y volvió. Se asomó por la ventanilla y me dijo casi al oído: "pronto me tendrás a mí en esa cama, pero no habrá nadie que me venga a ver, guardame las zapatillas y me las ponés cuando me toque. Así cuando yo también me vaya adonde puta sea que nos mande la muerte nos buscaremos mirándonos los pies". Le prometí hacerlo y le pedí que se cuide. Lloraba. Entendí que yo no entendía muchas cosas. Hace apenas unos minutos me despedí de ella. Apreté su mano helada y la retuve unos segundos. Le acaricié la frente. Sequé un hilo de baba blanca que se escurría desde su boca. Bajé su párpado izquierdo -parcialmente abierto- que desnudaba un ojo inútil. Le hablé sin mover los labios para que pueda escucharme. - ¡No puedo hacerlo chiquita! Nunca pude. Ya sé que estamos prolongando este vacío. Ya sé que tus catorce años han clavado los frenos en esta estación. No te enojes. Son siglos los que me atan las manos. Secretos imperativos que me llegan desde el fondo de los tiempos. Yo no creo en ellos, pero me mandan. Tendrás que hacerlo vos. Otra vez estarás sola, pero será la última. Yo seré tu nave escolta. Orbitaré alrededor tuyo como un satélite inútil, absurdo, que gira en la noche esperando el final.

Haré lo que pueda. Puras pequeñeces. Cancelaré a estos imbéciles que se empeñan en impedir que tu vieja haga de vos un ángel. Les taparé la boca cuando le llenen las manos de motivos, de culpas, de causas y explicaciones. Ella no quiere escucharlas. Calla. Luego, en silencio, vuelve a construir tu falsa biografía. Rehace la historia a su gusto y, de esa oscura manera, te rinde su homenaje. Luego algún idiota vuelve a abrir la puerta y le cuenta otra vez la historia que ella se empeña en borrar. Los institutos, las sustancias, las fugas, el sexo imprudente, el combustible químico que te consumió tan temprano. Les cerraré la boca. Lo prometo. Dejaré que haga de vos un ángel falso que la acompañe para siempre. Ninguno de estos súbditos de lo real le complicará más la construcción de esos recuerdos. Ahora teje la trama de imágenes con las que te va a recordar el resto de sus días. Te inventa tal como te soñó en su vientre. Yo sé que te dejarás moldear como si fueras de arcilla para ofrecerle tu último regalo. Permitirás que haga de vos lo que hubiese querido y no lo que fuiste. Después de todo es sólo una sutil diferencia. Dejaré entrar al padre Rafael sólo por que ella lo pide. Pero luego me pararé ante él y le diré que si te toca, que si te habla, que si te culpa o te perdona, saldrá de acá con su rosario en el culo, por que sé que es lo que vos me pedirías. Te defenderé de su perdón como de la peste. Porque te conozco. Porque ya estuvimos juntos antes de hoy. Porque me contaste esa y tantas otras cosas hace pocos meses cuando aún podía reparar tus heridas del cuerpo y devolverte allí donde volverían a lastimarte con mayor ferocidad. Y lo sabía, juro que lo sabía.

No es mucho lo que tengo para ofrecerte, lo sé. No puedo engañarte haciendo de estas miniaturas catedrales. Soy tan pequeño. Soy tan inútil. Soy tan ajeno al coraje con que enfrentaste el tumulto mortal de estos pocos años. Aquí, en Liliput, todos somos enanos. Tememos tanto a los fantasmas y a los gigantes. Entonces el pánico nos hace crueles, insensibles, depravados. En ocasiones asesinamos impidiendo morir. Finalmente – no te engañes – soy uno de ellos. Lo siento. Es mi límite. No puedo hacerlo chiquita. Nunca podré. Tendrás que hacerlo vos.

Daniel Flichtentrei
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Carta de un médico a otro

¿Qué cae cuando todo sube?

Paco, hoy es Domingo de Pascuas, esta mañana he visto gente en las procesiones y en las iglesias. Me he detenido a mirarlos durante un largo rato. Creen, o al menos creen que creen. No es mi caso. Eso en lo que ellos creen, el modo “literal” y nada “metafórico” en que lo hacen, me resulta completamente indiferente. Tal vez porque desde hace algún tiempo me interrogo casi a diario acerca de mis propias creencias es que hoy me detuve a mirarlos como a un espejo deformante donde me observaba a mí mismo. ¿En qué creo a esta altura de mi vida? ¿Tiene algún valor aquello en lo que supongo creer a la hora de orientar mis acciones?

Te confieso que los últimos años me lo he pasado poniendo en duda mis verdades adolescentes, refutándolas sin piedad pero, a la vez, sintiendo que las traiciono todo el tiempo. ¿Puede traicionarse aquello en lo que ya no crees? Como el alcohol que, luego de metabolizado, aún produce sus efectos de “resaca”, esos fantasmas que supuse haber asesinado aún rondan mis emociones, y me intoxican.

Cada vez veo con mayor claridad el modo tan complejo y tan contradictorio con que las personas nos comunicamos. Me doy cuenta de que hacemos una selección de todo cuanto percibimos. Que esa selección está guiada por nuestras propias ideas y por nuestros más íntimos deseos de encontrar una concordancia entre el mundo y la imagen que de él nos hemos hecho. Si eso no ocurre, cuando ya es imposible apropiarnos de lo real adaptándolo a cualquier precio al mundo ilusorio que nos hemos construido, entonces, elegimos alguna estrategia que preserve nuestra identidad. En general optamos por la menos racional, la más absurda, la menos sensata. Rechazamos lo que nos dicen, rechazamos a quien lo dice. Nos resulta más fácil pedir que el mundo se transforme que modificar las ideas que tenemos sobre él. ¿O tal vez el mundo no sea otra cosa que esas pobres ideas?

Somos médicos, ya no podríamos evitarlo. Somos -hasta la médula- una forma de mirar, un modo de pensar, un maldito modo de actuar según lo que se espera de nosotros. Pero no somos idiotas, ni ciegos, ni insensibles. Tal vez por eso también somos “raros”, excéntricos, anómalos. Sé que vos también lo sos y te admiro por eso. Sé que estarás allí para escucharme, incluso cuando no compartas lo que digo. Sé que no me responderás con estereotipos ni con trivialidades. Tengo preguntas. Tengo perplejidades, contradicciones e incertidumbres. Padezco la ira de quien percibe lo que no quisiera ver y la impotencia del que no puede cambiarlo. Pero hoy, esta tarde de Domingo, me asalta la sospecha de que no he hecho todo lo posible. La certeza de haber comprendido la necesidad de renunciar a los absolutos pero también la irresistible tentación de regresar a ellos.

Te preguntarás de qué hablo. También yo lo hago. No escribo para explicar sino para encontrar explicaciones. Es tan brutal leer tus propios textos, es tan aterrador lo que encuentras en ellos. Me veo allí como a un idiota paseándose en calzoncillos por los senderos de su mente. Algo que hasta no hace mucho era apenas una vaga inquietud en la boca de mi estómago ahora comienza a hacerse palabras.

Ayer asistí a la escena de mi propia actuación. Pude, sorprendentemente, actuarla y observarla al mismo tiempo. Jacinto es un paciente al que asisto desde hace largo tiempo. Tiene 58 años y una severa enfermedad coronaria. Come más de lo que debería, fuma a escondidas un par de cigarrillos al día, toma ocho medicamentos. Fue operado hace dos años. Entonces sintió el terror de la muerte por primera vez en su vida. Me contó que lo que más lo conmovió fue tomar conciencia de que la muerte era un hecho real. Siempre había sospechado que se trataba de un engaño, una ilusión colectiva alimentada por todos pero que no podía ser verdad. Creyó secretamente en eso desde la infancia. Ahora, cada noche, cierra los ojos y piensa en ella, y tiembla, y suda. Luego piensa en Mariana, un amor antiguo y clandestino con quien se ve un par de veces al mes, y tiembla, y suda. Más tarde se duerme apretando la mano de su mujer que lo cuidó con devoción durante días y noches en la vigilia del sanatorio.

Yo lo recrimino por su inconducta, por la ligereza de su voluntad. Él me mira en silencio mientras le hablo del tabaco, de las grasas y el sobrepeso. Luego se va hasta el mes siguiente en que la escena se repite. Pero esta vez fue distinto.

- ¿Sabés una cosa? A veces cuando me voy de tu consultorio siento lo mismo que cuando vuelvo a casa después de ver a Mariana.
- Eso sí que es curioso
- Yo no siento que traicione a mi mujer, ni que la quiera menos por lo que hago. Pero sé que si ella lo supiera sí lo sentiría de ese modo, y yo no podría soportarlo.
- En este caso yo sí me entero de lo que hacés…
- Es verdad. Y te sentís traicionado y eso me hace sentir mal. No porque lo que hago yo mismo lo considere una traición, sino porque no quiero hacerte sentir mal a vos.
- Eso me pone en un problema.
- Ya me explicaste muchas veces tu punto de vista. Lo comprendo, te lo agradezco pero…¿nunca se te ocurrió que, una vez que ya me ofreciste esa información sobre mis riesgos, yo mismo podría tomar una decisión?

No puedo evitarlo. Siempre tengo delante de mis ojos el horizonte de la muerte. Mis cálculos la rodean, la acechan como un predador que sabe que, finalmente, se convertirá en presa. ¿Debería privilegiar el horizonte de la vida? ¿Debería elegir y, por lo tanto, admitir, las elecciones de los otros? No lo sé. Nadie me dio las herramientas necesarias para tomar estas decisiones que me superan. Cuando la situación me enfrenta a encrucijadas como éstas tomo el atajo del saber técnico. Me digo a mí mismo. – No te preocupes, no es ese tu trabajo. Lo tuyo es definir los riesgos y ofrecer alternativas para atenuarlos. Del resto que se ocupen los que conocen las respuestas a preguntas que no deberías formularte.

Claro, es tranquilizador, pero inútil. Y lo sé, pero me miento. Entonces me ocurre algo difícil de definir. No podría decir que tan sólo me “siento” un estúpido, es algo peor, mucho peor. Menos transitorio, más definitivo. Más bien podría decir que descubro que “soy” un estúpido y debido a ello me siento así. La lucidez, ya se sabe, sólo conduce a la locura o a la muerte. Es necesario el olvido y la simulación para seguir adelante. Creer en cosas rematadamente imposibles –si querés puedo llamarlas falsas utopías- construirnos enormes zanahorias, colgarlas delante de nuestros ojos ciegos y lanzarnos a correr tras ellas con la expresión respetable e imbécil de quien “sabe lo que hace” y va por el camino correcto.

No sé porque te lo cuento Paco. Pero hoy no tengo ganas de pensar en eso. Simplemente lo hago, como quien se desnuda sin más motivos que exponer sus secretos a los demás. ¿De qué se trata todo esto? ¿Qué hacemos con lo que hacemos? ¿Queremos curar, aliviar, proteger, conocer, investigar, saber? ¿O simplemente hemos tomado uno más de los múltiples caminos para sobrevivir, alimentar a nuestros hijos a costa de nuestros sueños, ascender en una escalera asesina que nos eleva en la consideración ajena a expensas del contrapeso de nuestras mejores ilusiones? ¿Qué cae cuando todo sube? ¿Qué precio pagamos por ser lo que se supone que debemos ser? ¿Cuándo, Paco, llegará el momento del valor y la verdad y, en un acto brutal y suicida, tiraremos todo a la mierda y seremos, de una vez por todas, lo que fatalmente somos?

Este texto es una autoscopía – mi propia mirada vuelta sobre mí mismo – pero es también una autofagia. Estas palabras me devoran. Hay aquí un silencio imposible de escuchar. Sólo, intoxicado de mí mismo. Corro detrás de fantasmas. Busco un antídoto que no es distinto del veneno. Ahora recuerdo al barón de Munchaussen. A punto de ahogarse en aguas del río, apela a sí mismo para rescatarse. Se toma de la cola de su cabello y tira con todas sus fuerzas hacia arriba con lo que logra levantarse por el aire. Él es su salvavidas. Él aporta su propio brazo solidario para evitar el naufragio. ¿No es impresionante? ¡Hágalo Ud. mismo! Self made man. El barón es autosuficiente. Él es su propia terapéutica. Pero el barón es mentiroso, es una parábola de la fantasía en etapa de reproducción neoplásica. Es una ser tumoral. Ignora que lo que muestra no es el dedo que lo señala. Nadie sabe lo que exhibe cuando oculta.

Escribir revela mundos monstruosos. Lejos de ser una estrategia para eludir lo real es un modo feroz para que la verdad te apriete la garganta hasta ahogarte en tus propias miserias. El lector asiste a esa escena brutal. Quien lee, te mira. Como un voyeur obsceno que goza del espectáculo de tu propia desnudez. Yo -a tientas- me toco con palabras hasta reconstruir mi propia imagen. ¿Estas allí, lector? Ahora te cerraré la puerta. Te agradezco y te maldigo. Por haber permitido que me vea, y por no haberlo impedido.

Un abrazo de tu amigo;

Daniel
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"Don Santiago"

(Acerca de Santiago Ramón y Cajal)

Don Santiago encarnó la figura arquetípica del hombre de ciencia: empecinado, sistemático y curioso. Hijo de un hombre duro que lo forzó a estudiar Medicina y lo obligó a vivir sorteando el formidable obstáculo de una paternidad despótica. Sobrevivió al encierro en una implacable escuela religiosa donde conoció la humillación y la soledad. Pasó por la milicia confinado en un destino miserable en Cuba donde contrajo enfermedades y tomó contacto con el padecimiento en carne propia.

Él mismo pagó su primer microscopio y, desde entonces, abrazó con rigor e inteligencia la carrera de investigador. Se hizo preguntas, rechazó las respuestas triviales y la mediocre certeza de lo ya conocido. Pensó -contra lo que se sabía- y elaboró una nueva doctrina que abrió las puertas del fantástico mundo de las neurociencias. Elaboró el concepto de “neurona” como unidad independiente del sistema nervioso.

En 1906 ganó el Premio Nobel que compartió con Camilo Golgi, su tenaz adversario. Los halagos y el reconocimiento del mundo lo unieron con quien la obstinación y la tozuda cerrazón del carácter lo habían mantenido distanciado. Más tarde, volvió al laboratorio y se consagró a sus alumnos y a la reflexión acerca del conocimiento auténtico. Fue un hombre íntegro que despreció los honores huecos y los sobornos de un poder brutal. Persiguió a la verdad esquiva de la naturaleza y jamás se contentó con proponer hipótesis sin someterlas a prueba.

Comprendió que la mente humana tenía domicilio, pero ello no le hizo perder la fascinación ni el placer que siempre sintió por ese oscuro fenómeno humano. Hoy, cuando el cerebro comienza a develar algunos de sus misterios más complejos, Don Santiago renace como una sombra protectora que nos advierte de los riesgos de la simplificación exagerada pero también nos rescata de un tema infectado de charlatanería y de una arrogante ignorancia.

Pidió morir rodeado de sus discípulos, y así lo hizo. ¿Qué otra cosa podría haber pedido un “maestro”?

Daniel Flichtentrei
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“Homo cronicus”: médicos, monos y rompecabezas


¡Cambiar o perecer!

Todos conocemos la maravillosa capacidad adaptativa de la especie humana, su extraordinaria aptitud para modificarse en función de los requerimientos del ambiente y los imperativos de superviviencia y reproducción. El cuerpo humano reemplaza el 98% de sus átomos al cabo un año. Las moléculas de agua que lo componen cambian aún más rápido, entre una y dos semanas dependiendo del calor del ambiente. La masa ósea se reemplaza en lapsos de pocos meses. Cuando los miembros de una especie registran la inconveniencia de ciertos aspectos del hábitat, modifican su conducta o sus atributos o emigran hacia ambientes más propicios. Persistir con estrategias ineficaces sería una forma segura de suicidio colectivo y el camino hacia la desaparición de la especie.

El conocimiento -nuestro entorno cultural- cambia de un modo tan vertiginoso que resulta difícil trazar un panorama preciso acerca de qué cosa es eso que llamamos “conocimiento” hoy. El número de publicaciones científicas se duplica cada quince años, pero también el número de científicos lo hace en el mismo período. El 80 al 90 por ciento de todos los científicos que han existido alguna vez están todavía vivos. (1) La versatilidad y la comunicación -silenciosa pero eficaz- que nuestra biología mantiene con el medio del que recibe las señales que procesa y que originan modificaciones de la conducta le permiten establecer una relación de equilibrio que aleja la amenaza de la muerte. La pérdida de esta condición es una de las causas de enfermedad.

Nuestras ideas sobre política, acerca de las personas y hasta nuestras parejas cambian si se espera el tiempo suficiente. El cambio parece ser una constante del ambiente y las modificaciones de los individuos una forma inteligente de adaptarse a ellos. ¡Cambiar o perecer! tal vez esa sea la consigna.

Pese a todas estos evidencias tenemos una fuerte impresión de permanencia y estabilidad. Sabemos que ocurren, pero ignoramos estos hechos en función de que aquello que persiste es lo que, finalmente, consideramos que en verdad “somos”. A la vez ilusoria y real, esta percepción tan contradictoria, pero tan potente, nos lleva por la vida con la sensación de ser siempre los mismos. La identidad se asienta en un más allá de las moléculas y los átomos que nos constituyen. Esa condición que nos permite adaptarnos para sobrevivir y que se sustenta en el cambio como estrategia principal parece derrumbarse cuando de la conducta se trata. ¿Usted ha tratado alguna vez de modificar un hábito para adaptarse a nuevas realidades? ¿Ha tratado que otros lo hagan por su sugerencia?

La epidemiología contemporánea muestra un creciente predominio de las enfermedades crónicas no transmisibles como causa principal de discapacidad y muerte. Con la misma contundencia de estos datos es posible advertir que esta tendencia no sólo no se estabiliza sino que se incrementa de manera alarmante y que las estrategias de control implementadas hasta el presente fracasan estrepitosamente.

¿Es que no disponemos de recursos terapéuticos eficaces en hipertensión, diabetes, dislipidemia?

Decididamente sí disponemos de esos recursos aunque aún hay mucho por hacer por el acceso igualitario a ellos. Pero la escasa adherencia, la imposibilidad de alcanzar los objetivos recomendados y la prevalencia de complicaciones no se da únicamente entre quienes no pueden acceder a la información sobre cambio de hábitos o a los fármacos –lo que sería muy entendible-, se da también entre quienes podrían utilizarlos que es entre quienes se realizan los grandes estudios de seguimiento.

En países con altos estándares en sus sistemas de salud como los europeos, los estudios EUROASPIRE I; II; III –por citar sólo un ejemplo- muestran que si se comparan registros de los años 1990, 2000 y 2007: (2)

Se incrementó el tabaquismo entre personas menores de 50 años

Se incrementó el sobrepeso desde 25% al 38%

Se incrementó la obesidad central desde 42% al 54%

Se incrementó la Diabetes desde 17% al 28%


Pese al incremento en la disponibilidad de agentes antihipertensivos, el control efectivo de la HTA se redujo desde 41% al 39% lo que significa que el 61% de los hipertensos aún no están controlados adecuadamente

El único dato positivo fue el control de los lípidos debido al incremento masivo en la prescripción de estatinas.

Muchas veces los médicos armamos una imagen con las piezas minúsculas que los datos nos aportan. Tenemos en mente la referencia completa y vamos colocando las piezas del rompecabezas en su lugar hasta que el dibujo esperado aparece. Diagnosticamos, aconsejamos, tratamos, controlamos...pero la escena final no sólo no aparece sino que cada vez se aleja más del modelo que tenemos en nuestra mente. En este curioso rompecabezas las piezas se ensamblan pero lo que aparece es una cuadro muy distinto del que suponíamos estar armando.

Estos y otros datos de la realidad en la que desempeñamos nuestra tarea cotidiana: ¿No resultan suficientes como para obligarnos pensar cómo hacemos lo que hacemos? ¿Cómo actuaría una colonia de chimpancés ante el fracaso reiterado de sus estrategias de supervivencia?

¿Dónde estamos?

El pensamiento unidimensional en una era de comorbilidades.
Sistemas diseñados para asistir enfermedades agudas en un mundo de patologías crónicas.
Una comunicación médica imperativa cuando resulta imperiosa la forma educativa.
La confusión entre información (un acto) con educación (un proceso).
Un modelo centrado en el médico como figura excluyente cuando es evidente que se requiere de uno centrado en el paciente y su autocuidado.
Una consulta individual, esporádica y de corta duración para enfermedades de larga duración y colectivas.

¿Tendrán estas condiciones algo que ver con los resultados que obtenemos?

¿Habrá algo que podamos hacer?

¿Estaremos capacitados para imaginar nuevas formas de asistencia más “adaptadas” al escenario epidemiológico en que nos toca vivir? ¿Cuáles? ¿Cómo?

Dr. Daniel Flichtentrei

Referencias:
(1) Profesor Mario Albornoz en las Jornadas IntraMed 2007
(2) Congreso Europeo de Cardiología 2007Imagen adaptada de: Let them free, Nicola Grandi, Italy

Recursos en enfermedades crónicas:
Grupos Crea-Acciones del Htal. Italiano de Bs As
Kroniker España

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Buscando a Hendrix

Mi amigo Andy ya no cree en casi nada. Hace más de 20 años se marchó a Londres y ha pasado allí por cuatro matrimonios, media docena de hijos, tres universidades y más de una década de psicoanálisis. Los Domingos se despierta muy temprano y sale a la calle con su vieja Leika y un reproductor de MP3 cargado con dos Gigas del mejor Hendrix. Camina entre 20 y 30 kilómetros por los suburbios de esa ciudad en brumas mirando fijamente el rostro de cada hombre negro de más de 60 años. Cuando tiene alguna sospecha, lo detiene y le pide que lo mire directo a los ojos. Está seguro de que cuando lo encuentre esa mirada será suficiente. Un par de veces debió explicarle a un Bobby las razones de su enigmática actitud. En una de ellas, al parecer, su relato no tuvo la eficacia esperada y pasó el fin de semana en el cuartel de policía de Gloucester Road compartiendo salchichas y creamy puddings con carteristas y prostitutas. Sabe que las personas no tenemos ninguna dificultad para creer en cosas de las que no podemos tener pruebas, pero le resulta incomprensible que –del mismo modo- seamos tan resistentes a no creer en otras cargadas de evidencias.

Jura que no logra percibir la diferencia. “Un cadáver es una indicio débil para documentar la muerte de nadie” dice, cuando le arrojamos las pruebas sobre la cara. La realidad no puede ser tan insignificante. Hay cierta coherencia que Andy le exige a las cosas. Si es posible creer en relatos absurdos no puede resultar tan difícil descreer de certezas no menos improbables. Lo ha discutido con su analista pero él insiste en el principio de realidad y otras inconsistencias. Andy, por su parte, ha decidido darse de alta lo que a mí me parece uno de los pocos actos de normalidad que ha realizado en su vida. Busca sistemáticamente a Jimy Hendrix tachando distritos en el mapa de la ciudad. Sabe que alguien capaz de “Purple rain” no pudo morir de un modo tan miserable en una sucia habitación del Hotel Samarkand ahogado con su propio vómito, adormecido por los vapores químicos de nueve somníferos y unos vasos de vino. Ha recorrido mil veces el trayecto entre Notting Hill y el St Mary Abbot´s Hospital en Kensington. Buscarlo lo mantiene vivo. Incluso, lo sostiene en esa rara forma de salud en la que cree. Yo, que no puedo salirme de la jaula de la razón, he creído advertir alguna vez la silueta borrosa de un dios negro escondiendo el bulto de su Stratocaster debajo de un impermeable marrón. Después de todo la verdad no es más que un inconveniente para el que todos buscamos remedio.
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Disparen sobre la cultura

Otra revista cultural cierra sus puertas confirmando la altísimia mortalidad de los productos culturales en nuestro medio.

¡Otra vez, una más!

Continuando con una larga tradición latinoamericana otra revista de cultura se dispone a desaparecer. Luego de cinco años “Lamujerdemivida” invita a su inminente sepelio. Un grupo de entusiastas hombres y mujeres que creyeron que la literatura, el cine, el pensamiento, la música eran motivos suficientes para convocar voluntades velarán el cadáver de sus sueños insensatos.

Ya lo sabíamos. No es ninguna novedad. Predomina lo mediocre y lo trivial. La cultura es un bien escaso en un mundo saturado de objetos efímeros y placeres enanos. De todos modos es siempre conmovedor enfrentarse cara a cara con los fantasmas cotidianos. Son -de una misteriosa manera- un espejo brutal en el que no quisiéramos vernos jamás. ¡Ese que está allí no soy yo! Pero sí, somos, todos, en mayor o menor medida, los que dibujan el perfil monstruoso de la decadencia cotidiana.

Pero: ¿qué dice de nosotros como sociedad que esto ocurra? ¿qué delata que no nos avergüence que esto suceda? ¿qué verdades disfrazaremos de silencio o indiferencia para no escucharlas?

Es cierto, la cultura no es obligatoria, el gusto es un asunto privado e individual. Pero: ¿la mediocridad es obligatoria? ¿la reiteración de la estupidez hasta la saturación es un destino? Nuestras elecciones también incluyen lo que dejamos afuera. Toda opción es una muerte pequeña, una minúscula derrota, otro ladrillo en la pared.

Han pasado por esas páginas algunos de los hombres y mujeres más creativos e inteligentes de nuestros países. Allí se han discutido -con la enfática pasión de quienes creen en lo que piensan- gran parte de los temas de mayor trascendencia del momento que nos toca vivir. También abrió un espacio para el placer que apela a lo mejor de cada uno distanciándose del concepto bastardo que iguala entretenimiento e imbecilización. Sus puertas, sin embargo, permanecieron siempre clausuradas para la ligereza del éxito banal y la intolerancia ignorante de los que no dudan de nada.

Quienes no tienen razón, quienes nunca la tuvieron, reforzarán su perversa idea de que lo único que vale la pena es sobrevivir, con o sin motivos que le den sentido a ello. Que el éxito es aritmético y la razón es estadística. Que el número es el único argumento y que las sumas alumbran verdades. Muy bien, también a este cadáver podrán asentarlo en su balance. Pero mientras ellos lo anoten en su haber nosotros lo asignaremos a la larga columna de sus deudas.
No sorprende que algunas iniciativas resulten minoritarias, lo que resulta una verdad feroz es que esas minorías no sean capaces de sostener lo que las alimenta. Que nos acostumbremos a la tempestad que nos achata y nos reduce. Que los malos vientos de la intrascendencia nos aplasten contra el piso mientras suenan en nuestros oídos como una inocente brisa cotidiana.
Una luz muy pequeña dejará de alumbrar. Es posible que pocos perciban la diferencia, adaptados, como estamos, a la penumbra generalizada. Pero así se nos oscurece la existencia, subrepticiamente, sin estridencias. De ese modo discreto la oscuridad nos inyecta las venas y su anestesia nos esconde el dolor. No hay problema, si no es suficiente, si alguien necesita una dosis mayor de ese veneno, siempre se puede encender el televisor.

El sepelio será en Diciembre. Estamos todos invitados.

Número de Octubre 2007
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Ojo hembra

Si aún pudiera creer en las fábulas y en los cuentos de niños. Si por un instante lograra poner en suspenso la dictadura de la razón. Si el singular no fuese una cárcel. Entonces, yo sería capaz de pensar en “Lamujerdemivida”, de escribir sobre ella.

Al final de este texto duerme una mujer desnuda. Como al final de casi todas las cosas. Allí, donde lo real se despoja de sus máscaras y se muestra brutal e insensato como una verdad a secas. Yo me quemo en ese infierno desde que tengo memoria.

Por las noches me cuenta historias que me dicen quien soy. Por las mañanas no me habla. Pero nunca se calla. Esta mujer encarna la naturaleza sublime de la hembra. Tiene el don de la anticipación y la porosidad de la tierra. Me planta como a una semilla muerta para incubarme en el calor de su vientre. Me alimenta en el río lácteo que desciende desde de sus pechos. Luego se aleja unos pasos, me mira con los ojos cerrados, y me vuelve a asesinar.

Su ojo es hembra. Ojo vaginal. Ojo demonio. Ojo andaluz. Ojo menstrual. Ojo asesino de mujer dormida.

Hay secretos que no me cuenta y que ella ignora que conoce. Yo sé que nos une algo innombrable pero ella imagina que escondo una palabra que no le quiero entregar. Es un enorme malentendido. Pero hoy he quedado capturado en sus caderas. Hoy la anatomía me relevará de las explicaciones fútiles. Un sismo de mentiras y de hormonas tiembla bajo las trampas de su cuerpo. Un pez extraño nada dentro de su boca. Es irresistible como una perfecta máquina reproductora. Pero finge que no lo sabe.

Allí está, desnuda, como un disfraz que ya no tiene nada que esconder. Con sus piernas abiertas y su boca cerrada. Con sus ojos de maga y sus manos sangrantes. Desde sus uñas chorrea un líquido áspero y morado que dibuja en el piso una mancha inestable. El crepúsculo sombrío de lo que quise ser, pero ya nunca seré.

Conoce - aunque lo calla- la clave de todos mis secretos. Ha descifrado la patética vulgaridad del macho. Su pesada carga genital, su destino rudimentario y pedestre. Con su repugnante torso velludo. Con la urgencia feroz de su embestida pélvica. Con su carcajada sonora y su mueca simiesca.

Yo, atado al palo mayor, me esfuerzo por alcanzarla sin respirar sus vapores venenosos. Lucho, idiota, como si eso fuese posible. Sueño con acceder a ella sin disolverme en el encuentro.

Ahora que la veo, ahora que percibo en un solo instante la hipnótica sustancia de que está hecha. Ahora, cuando ya no importa. Ahora, cuando es irremediablemente tarde, comprendo -como en una súbita revelación- el absurdo de tres mil años de ingenuo culto a la razón.

Planta carnívora

Como tantas otras cosas comienza siendo un juego. Abandono algunas partículas de lo que soy en esa mujer. Se las entrego como quien siembra, como quien fecunda. Cada día me siento más liviano, pero menos entero. He ido desprendiéndome de mis propios fundamentos hasta que -en el vértigo de aquella transfusión- ya no puedo funcionar sin apelar a ella. Me sostiene en el mundo. Me completa con lo que antes era mío pero ahora le pertenece. Impide que caiga en el vacío. ¡Pero me ahogo! Y la hemorragia continúa. Entonces, me hago simultáneamente más ligero para mí mismo pero más pesado para ella. Si me soltara no sobreviviría. Me he reducido a retazos de lo que alguna vez fui y que ahora no son nada. Ya no descanso en ella, dependo de ella. Me toma con todas sus fuerzas para que no naufrague. Me eleva sobre mis propios abismos. ¡Pero me ahogo! Con ambas manos cerradas impide mi derrumbe final. Con ambas manos crispadas -como garras- alrededor de mi estúpido cuello.

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Macetas cayendo de los techos

¿Probabilidad o Plausibilidad?

Lo que hay entre el 0 y el 1 o “pollos dentro de huevos”.

Analicemos en este caso otra propuesta innovadora adaptando el trabajo de E. Grossi publicado en el año 2005. (2)

De acuerdo con el diccionario “riesgo”: es la posibilidad de pérdida o injuria. Esta es una definición por todos conocida y, cuando la empleamos, en general pensamos en la posibilidad de un accidente automovilístico o aéreo por ejemplo.

En Medicina, tal como en otros contextos, la evaluación de un riesgo particular relacionado con la ocurrencia de un evento peligroso se realiza generalmente apelando a la teoría de la probabilidad.

El surgimiento de la Medicina moderna tuvo lugar cuando las causas de mayor prevalencia de enfermedad y muerte eran las enfermedades infecciosas. Este tipo de patologías siguen un comportamiento epidémico con cierto grado de “azarosidad” lo que justifica el recurso metodológico de la teoría de la probabilidad.

Las enfermedades crónicas del mundo contemporáneo se comportan como sistemas complejos dominados por un comienzo gradual a lo largo del tiempo y una multicausalidad que se modifica permanentemente. Los eventos relacionados con estas patologías tienen una explicación biológica y sólo son exepcionalmente -o tal vez nunca- verdaderamente azarosos.

Fenómeno del todo o nada: “Macetas cayendo de los techos”

El uso de la teoría de la probabilidad para evaluar el riesgo de padecer un episodio cardiovascular podría significar que el evento tiene lugar como fenómeno de “todo o nada”, mientras que las cosas generalmente no suceden de ese modo en el mundo real.

Un fenómeno de “todo o nada” implica que las condiciones del sujeto expuesto al riesgo de sufrir el evento no se modifican. Es decir que se evalúa la posibilidad tomando las actuales condiciones como estables, lo que tampoco es frecuente en la práctica clínica donde la situación de las personas respecto del riesgo se transforma todo el tiempo..

Por ejemplo, si el suceso cuyo riesgo estamos evaluando consiste en ser lesionado por la caída de una maceta desde un techo mientras se camina a lo largo de una calle, nosotros no podríamos esperar la ocurrencia de unas fases de transición que precedan a ese infortunado hecho, al menos desde el nivel de la víctima. La maceta golpeará o no la cabeza del peatón.

En la clínica, por el contrario, frecuentemente, incluso cuando el episodio tenga lugar súbitamente - semejando la caída de una maceta - éste podría ser considerado la resultante final de una condición previa inestable y evolutiva que predispone, por su naturaleza, al sujeto a sufrir ese suceso. Hay una historia que antecede, explica y predice el hecho.

Podemos ejemplificar con el caso del accidente cerebro-vascular relacionado con la presencia de una placa carotídea. Sabemos que ciertas circunstancias intervienen en la posibilidad de que el accidente vascular ocurra. Podríamos enumerar algunas de ellas:

* Características de la placa: morfología, ubicación, grado de estenosis, metabolismo.

* Factores hemodinámicos: circulación colateral compensadora, shear stress.

* Factores sistémicos: síntomas de déficit neurológico focal, comorbilidades, grado de control de los factores de riesgo, marcadores inflamatorios o protrombóticos, etc.

Todos estos condicionantes deberían tomarse en cuenta para desarrollar un modelo capaz de determinar la posibilidad de que el evento ocurra.

Para simplificar el razonamiento podríamos decir que es el grado de estenosis el que determina finalmente el desarrollo del episodio cerebro-vascular. Por ejemplo, cuando la estenosis alcanza una magnitud del 90% de la luz del vaso, la ocurrencia del evento se hace más o menos inevitable. Siguiendo este razonamiento, un paciente con una estenosis del 70%, mientras se encuentra perfectamente asintomático, tiene una probabilidad de sufrir el evento dentro de cierto lapso del 80%. Mientras que otro paciente con una estenosis del 50%, ese valor disminuye un 30%.

El paciente del ejemplo puede desarrollar unas fases de transición a lo largo de diferentes grados de “plausibilidad” del evento mientras evoluciona con su enfermedad carotídea asintomática. En tanto la persona que camina por una calle se encuentra continuamente en una situación de “todo o nada”.

¿En qué grado las condiciones necesarias para que el evento ocurra ya están presentes en su paciente?

En el caso de la enfermedad vascular una mejor descripción podría ser el grado en que el paciente presenta la condición que predispone al evento. Este concepto resulta más claramente descrito apelando a conceptos de la “lógica difusa”, una lógica especial multivalente, más que empleando la lógica binaria.

Tal como es conocido la lógica standard es utilizable sólo para conceptos que son completamente verdaderos – grado de verdad 1.0 – o completamente falsos – grado de verdad 0.0 – lo que se deriva del principio aristotélico del tercero excluido que ahora pondremos en duda.

Las cosas son o no son y no existe ninguna otra posibilidad

¿Qué hay entre el 0 y el 1?

Dependiendo del modo en que usted responda a esta pregunta se podrá inferir cuál es el tipo de lógica intuitiva que emplea a diario. ¡Haga la prueba!

Tradicionalmente el cálculo lógico es bivalente, esto es, existen sólo dos posibles valores de verdad para una proposición dada: verdadera o falsa, lo que se corresponde con nuestras nociones intuitivas de verdadero o falso.

La lógica “difusa” o “borrosa” es una generalización de la lógica standard en la que un concepto puede tener un determinado grado de verdad en cualquier lugar entre 0 y 1

Los grados difusos no son lo mismo que porcentajes de probabilidad. La probabilidad mide si algo puede ocurrir o no. Las mediciones difusas miden el grado en que una condición existe o algo ocurre.

Las cosas pueden “ser” en diverso grado de ocurrencia

La lógica difusa en ciencias y medicina:

Pese a que los sistemas estadísticos tradicionales basados en la lógica binaria han resultado exitosos en la ayuda para las decisiones diagnósticas en diferentes campos de la medicina, resulta ahora cada vez más evidente que el recurso obligado a la teoría de la probabilidad para representar la incerteza en contextos médicos puede resultar inapropiado en muchas circunstancias y, parcialmente responsable de algunas de sus limitaciones en ciertas aplicaciones.
La lógica difusa tuvo como pionero al ingeniero estadounidense Lotfi Zadeh en la década de 1960. La "lógica borrosa o difusa", utiliza expresiones que no son ni totalmente ciertas ni completamente falsas, como las que utilizamos en nuestra comunicación cotidiana.

Qué sucede cuando empleamos expresiones como: "...eres demasiado joven para hacer eso..."; ¿Cuánto es "demasiado"?; ¿Qué es "joven"?.

La lógica borrosa o difusa se aplica a conceptos que pueden ostentar un valor cualquiera de veracidad dentro de un conjunto continuo de valores que oscilan entre dos extremos. Conviene recalcar que lo que es "borroso", impreciso o vago no es la lógica en sí, sino el objeto que ésta disciplina estudia. Así, hay muchos autores que prefieren utilizar expresiones como "lógica de los enunciados vagos", como traducción de la expresión inglesa fuzzy logic.

¿Qué ocurre respecto del pronóstico?

En el campo de las enfermedades cardiovasculares puede haber sustanciales diferencias. Empleando el abordaje probabilístico podemos tener que informar al paciente que, en vistas de su actual condición clínica (estenosis carotídea del 70%), tiene un 80% de probabilidades de sufrir en episodio dentro de cierto lapso de tiempo.

Es decir, se le dirá al paciente que el 80% de los pacientes previamente diagnosticados con similares condiciones clínicas tuvieron un evento en un determinado tiempo, esa población tenía un riesgo promedio de 80%.

Llegados a este punto, el paciente podría preguntar al médico si, en este momento, el pertenece al subgrupo del 80% o del 20% poniéndolo en una situación muy dificultosa.

El médico podría ser, paradójicamente, más preciso, empleando la terminología difusa.

Usted podrá explicar a su paciente que: dada su presente condición clínica -demostrada por la ecografía de sus carótidas- ya ha alcanzado el 80% del curso entre la condición previa de salud y un futuro e inevitable evento. Del mismo modo en que uno podría explicarle a un hombre que, sin advertirlo, está progresando paso a paso desde un punto seguro hacia el borde de un precipicio y ya ha recorrido el 80% del camino.

El uso de la lógica difusa puede permitirnos escapar de la trampa de la teoría de la probabilidad haciendo que el significado de cierto pronóstico resulte más comprensible para el paciente e incluso para nosotros mismos como médicos.
Cada vez con una frecuencia mayor nos enfrentamos a situaciones donde aquello que queremos prevenir aún no ha sucedido pero las condiciones que lo hacen posible –y que de algún modo forman parte “necesariamente” de él- ya están presentes.

Las definiciones de enfermedad son siempre arbitrarias y convencionales. Surgen del acuerdo en la comunidad de pares que generan consensos definitorios. Pero hay ciertos interrogantes sobre los que podríamos pensar y que tienen estrecha relación con nuestros modelos cognitivos de procesamiento de la información. Les dejamos algunas preguntas con la esperanza de estimular la reflexión individual y el intercambio de opiniones.

¿Cuánto de la diabetes ya está presente en la etapa de intolerancia a los glúcidos en individuos vulnerables?

¿Cuánto del infarto de miocardio en la estenosis coronaria asociada a múltiples factores de riesgo no controlados?

¿Cuánto del ACV en pacientes con estenosis carotídea, dislipemia e HTA?
¿Cuánto de la osteoporosis en la osteopenia de una mujer post-menopáusica sedentaria?

¿Cuánto hay de un pollo en un huevo sometido a óptimas condiciones de incubación?

· Referencias bibliográficas:

1. Hazardous to Your Health: Kinetic Foundations of Risk Stratification and Therapeutic Triage. Diamond GA, Kaul S. pages 275.e1-275.e6. The American Journal of Medicine. Volume 119, Issue 3, Pages 193-290 (March 2006)

2. Medical concepts related to individual risk are better explained with "plausibility" rather than "probability". Grossi E. BMC Cardiovascular Disorders 2005, 5:31 (27 September 2005).

3. Prediction of Coronary Heart Disease Using Risk. Factor Categories Peter W.F. Wilson, MD; Ralph B. D’Agostino, PhD; Daniel Levy, MD; Albert M. Belanger, BS; Halit Silbershatz, PhD; William B. Kannel, MD (Circulation. 1998;97:1837-1847.)

4. Predictive accuracy of the Framingham coronary risk score in British men: prospective coronary risk score in British men: prospective cohort study cohort study. 327.7426.1267 BMJ 2003;327;1267- Whincup, Tom Fahey and Shah Ebrahim Peter Brindle, Jonathan Emberson, Fiona Lampe, Mary Walker, Peter

5. Fuzzy Logic de Victor. Korotkich, Vladimir Dimitrov - 2002 - 385 páginas. books.google.com

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Esto no es una pipa

Pensar que pensamos

“Es imposible aprender sobre lo que se cree saber” Epicteto


Advertencia: este artículo requiere poner en suspenso algunas de nuestras ideas más consolidadas. Permítase –por un momento- dudar de lo evidente. Atrévase a la perplejidad de lo nuevo y a la cercanía de la incertidumbre. Después de todo, siempre podrá volver hacia atrás.


El pintor surrealiasta francés René Magritte provocó la reacción y el desconcierto del público al presentar este cuadro acompañado un texto que decía: “Esto no es una pipa”. A esta sorpresa el autor respondía: “Desde ya que esto no es una pipa, esto es una pintura”. De este modo Magritte puso en duda nuestras certezas más aceptadas. Tomó un objeto cotidiano e impugnó la atribución automática de significados obligando a quienes observaban el cuadro a volver sobre lo que consideraban autoevidente. El artista puso en escena el hecho de que nuestros modos estandarizados de representar la realidad no son la realidad. Que los mapas no son el territorio, ni el dedo que señala el horizonte es el horizonte. ¿Existirán en nuestra práctica diaria circunstancias donde esta sutil diferencia aún permanezca oculta?


Perspectivas críticas y propuestas innovadoras en estratificación del riesgo cardiovascular:

La predicción del riesgo cardiovascular constituye una operación muy compleja. El abordaje probabilístico se aplica a fenómenos biológicos multideterminados lo que hace que no resulte sencillo predecir con certeza la posibilidad de padecer un episodio cardiovascular mayor. La práctica clínica basada en pruebas epidemiológicas aporta instrumentos muy valiosos para la estratificación pronóstica de los pacientes. Sin embargo, su empleo rutinario y estandarizado no pocas veces nos hace olvidar que todo un cuerpo teórico y un modelo matemático subyacen a estos instrumentos. Le reiteración de una práctica médica suele producir una equívoca tendencia a la “naturalización” lo que constituye un serio obstáculo epistemológico para el progreso en ciencias.

Diversos autores han planteado observaciones críticas y propuestas superadoras de esta metodología. Resulta estimulante que el conocimiento se vea permanentemente sometido a reevaluaciones capaces de generar nuevos aportes. Analicemos sólo algunos de ellos.



¿Es lo mismo “riesgo” que “peligro”?

Deténgase un minuto en la lectura de este artículo. Levante los ojos del papel y piense seriamente: ¿puede usted encontrar diferencias entre “riesgo” y “peligro”, o los considera sinónimos?A partir de este momento pondremos en duda conceptos muy aceptados por todos. Será necesario que usted esté dispuesto a detenerse y reflexionar sobre cosas acerca de las cuales en general no consideramos necesario volver a pensar. Propuesta de un modelo cinético de estratificación del riesgo. Adaptamos la propuesta de Diamond y Kaul (1) por su interés pedagógico y su desafío a la racionalidad médica convencional.

Resulta evidente para todos nosotros que la intensidad de un tratamiento debería ser proporcional al riesgo de la enfermedad. Desde que Bigger acuñó la expresión “estratificación del riesgo” para caracterizar este proceso intuitivo se han publicado más de 3000 artículos sobre el tema con una frecuencia que se duplica cada 5 años. Aproximadamente el 40% de esos artículos hacen foco en el área cardiovascular donde la estratificación del riesgo es el punto central sobre el que se organizan las estrategias de prevención.

Consideremos un ejemplo simple tal como es citado por el trabajo de Diamond y Kaul.Caso clínico hipotético: Dos pacientes, Ricardo y Juana, se realizan una prueba de perfusión miocárdica por presentar síntomas sospechosos de cardiopatía coronaria. En cada caso el test revela hipoperfusión reversible de similar magnitud. La extensión y los segmentos involucrados son equivalentes.

Los pacientes le preguntan a usted: ¿Cuál es su riesgo de sufrir un evento mórbido y qué deberían hacer para reducirlo?

La estratificación del riesgo aporta una respuesta aparentemente directa a estos interrogantes. Si aplicamos un algoritmo cuantitativo de regresión estadística podremos estimar el riesgo de padecer un episodio clínico en un período futuro de un año en cada caso.

Riesgo a un año para Ricardo: 12%
Riesgo a un año para Juana: 6%

En términos absolutos un paciente tiene un riesgo doble en relación al otro (6% vs 12%). La diferencia entre ambos se debe a otros factores adicionales sumados a la hipoperfusión.Usted debe tomar decisiones en este momento.

¿A cuál de los dos pacientes someterá a intervenciones más agresivas?

Dado que Ricardo tiene un riesgo mayor (doble) que Juana, él es finalmente considerado como el candidato para recibir una intervención terapéutica más agresiva.

Supongamos ahora que ambos se realizaron un test similar un año atrás.

En ese momento la estimación produjo los siguientes resultados:

  • Riesgo a un año para Ricardo: 11%
  • Riesgo a un año para Juana: 1%
La situación evolutiva del riesgo de sus pacientes es ahora la siguiente:

En ese contexto -pese a que el riesgo de Juana es menor que el de Ricardo- éste se ha incrementado de una manera mucho más rápida. Si extrapoláramos el riesgo de Juana al futuro podría incluso superar al de Ricardo tal como queda graficado en la figura 1


Figura 1: Proyección futura de la evolución del riesgo en cada caso.

Este simple ejemplo hipotético ilustra la independencia de dos conceptos que frecuentemente no distinguimos entre sí: riesgo y peligro.

  • Riesgo: es la probabilidad de una pérdida en un período de tiempo determinado.
  • Peligro: es la tasa de incremento del riesgo durante un período de tiempo dado.

Le proponemos que vuelva a leer estas sencillas definiciones hasta que tenga muy claro cual es la diferencia entre ambas.

La distinción entre riesgo y peligro es la misma que se establece entre velocidad (distancia por unidad de tiempo) respecto de aceleración (la tasa de cambio de velocidad). Tal como la velocidad sola es una especificación insuficiente del riesgo en dinámica del movimiento, la estratificación del riesgo es una especificación insuficiente en la dinámica clínica y, por lo tanto, una base incompleta para la toma de decisiones terapéuticas.
Implicancias clínicas:

El modelo cinético del riesgo hace explícita la distinción cualitativa y cuantitativa entre riesgo y peligro. Ampliando las dimensiones mediante las cuales analizamos el estado de un paciente en un momento determinado nuestra percepción se expande y nuestras intervenciones deberían resultar más apropiadas a cada caso. El acto terapéutico debe tomar en cuenta no sólo lo que existe sino lo que lo precedió. No sólo donde estamos sino desde donde venimos.

Tal como la trayectoria de un objeto depende de su desplazamiento temporal (velocidad) y de la tasa de cambio de ese desplazamiento (aceleración), la trayectoria del pronóstico de un paciente dependerá de la amenaza temporal de sufrir un evento adverso (riesgo) y de la tasa de cambio de esa amenaza (peligro). Pese a que riesgo y peligro se emplean de manera equivalente su distinción formal tiene directa relevancia clínica. Lo invitamos a que haga la prueba sobre un caso particular de su práctica cotidiana.

De la misma forma que podríamos reducir la velocidad de un automóvil aplicando una fuerza mecánica (frenos) es posible reducir el riesgo de un paciente aplicando una fuerza biomédica (intervención terapéutica). En este contexto algunas intervenciones (cambiar un neumático pinchado o aliviar una estenosis vascular) apuntan al “riesgo” en sí mismo, mientras que otras (calibrar la presión de los neumáticos o el nivel de lípidos de un paciente) apuntan a la tasa de cambio del riesgo o “peligro”.

Imagine dos estanques con agua en el que dos de sus pacientes con idéntica estatura se encuentran sumergidos de pié. Usted evalúa el nivel de líquido y en base a este dato estratifica el riesgo de cada uno.

Ricardo se encuentra en un estanque cuya marca de agua indica 100 cm y Juana en otro cuyo nivel indica 70 cm. Podrá concluir entonces que Ricardo se encuentra en una situación de mayor riesgo que Juana.

Usted tendrá razón siempre que el grifo del que mana el agua se cierre definitivamente. Pero si esto no ha ocurrido, sería muy conveniente conocer otro dato.

¿Cuánta agua había en cada estanque 1 hora atrás?

Si en el de Ricardo la marca indicaba 80 cm y en el de Juana 10 cm: ¿cuál sería ahora su evaluación del riesgo?

Usted podrá actuar correctamente sobre las consecuencias del proceso –nivel del líquido o estenosis coronaria- pero también sobre las causas menos visibles que lo originan – flujo de agua del grifo o condiciones de vulnerabilidad local o sistémica-.

La mayoría de las evaluaciones pronósticas confían en la estimación del riesgo únicamente. Incluso cuando se usan abordajes más sofisticados, ellos raramente su fundan en principios biológicos plausibles respecto de la transición de estados de la enfermedad subyacente.

Recuerde especialmente la idea de “transición de estados” que ahora llamamos “peligro”.

El modelo cinético aporta dos beneficios importantes:

1. Dado que cuantifica la dinámica de la transición entre estados en lugar de limitarse a correlacionar estados entre sí, puede predecir cambios en el riesgo – peligro – aparte del nivel estático de riesgo de los modelos estadísticos.

2. En lugar de confiar en oscuros standards que minimizan la variación se apoya en un consistente y plausible fundamento biológico.

Consecuentemente sus predicciones pueden ser mejor comunicadas, serán más ricas en contenido, más profundas en significado y con implicancias pronósticas de mayor alcance.

En resumen la estratificación del riesgo sola es insuficiente para la toma de decisiones terapéuticas. El modelo cinético propuesto aquí debería reemplazar la práctica superficial de la estratificación del riesgo con una forma más sofisticada de clasificar que aporta las bases formales en las que puede explorarse la verdadera relevancia clínica de los fenómenos observables.

· Referencias bibliográficas:

1. Hazardous to Your Health: Kinetic Foundations of Risk Stratification and Therapeutic Triage. Diamond GA, Kaul S. pages 275.e1-275.e6. The American Journal of Medicine. Volume 119, Issue 3, Pages 193-290 (March 2006)

2. Medical concepts related to individual risk are better explained with "plausibility" rather than "probability". Grossi E. BMC Cardiovascular Disorders 2005, 5:31 (27 September 2005).

3. Prediction of Coronary Heart Disease Using Risk. Factor Categories Peter W.F. Wilson, MD; Ralph B. D’Agostino, PhD; Daniel Levy, MD; Albert M. Belanger, BS; Halit Silbershatz, PhD; William B. Kannel, MD (Circulation. 1998;97:1837-1847.)

4. Predictive accuracy of the Framingham coronary risk score in British men: prospective coronary risk score in British men: prospective cohort study cohort study. 327.7426.1267 BMJ 2003;327;1267- Whincup, Tom Fahey and Shah Ebrahim Peter Brindle, Jonathan Emberson, Fiona Lampe, Mary Walker, Peter

5. Fuzzy Logic de Victor. Korotkich, Vladimir Dimitrov - 2002 - 385 páginas. books.google.com

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Dulces manos de robot



Crónica imprudente de una lectura de “Radiana” de Esther Cross.

Daniel Flichtentrei


Rara vez me mueve a escribir sobre un libro otra cosa que el deseo de comunicar la felicidad que me produce su lectura. En tiempos paradójicos en los que se publica mucho y se lee poco, mientras la banalidad y la intrascendencia se reproducen sin control, una obra como la de Esther Cross atenúa el impacto brutal de la caída.


Radiana es una novela que narra historias de personajes inmersos en un escenario cuyas marcas de tiempo y de lugar se delinean a través de signos indirectos. Un fondo sordo pero siempre presente. Seres algo perturbados por la idea del éxito en un ambiente sacudido por crisis financieras, la sombra de una guerra, el malestar de las masas, las lluvias o la nieve. Una pianista virtuosa, un profesor en ciencias eléctricas, un médico excéntrico coleccionista de huesos, una millonaria mecenas -que recuerda a Isabel la Católica concediendo jirones de su fortuna a la insensatez de Colón-, una mucama, un cocinero resignado a trabajar como modelo - que anticipa la experiencia de “Super size me”-, un inventor de productos mentirosos -al que le hubiera venido muy bien el slogan “disque ya…”-.







Rita Lavenza sufre un episodio que le impide volver a tocar los nocturnos de Chopin en los que se había destacado tanto. Su esposo trabaja en silencio en la construcción de un robot con el que, también él, aspira alcanzar el éxito. Rita padece su limitación y lucha desesperadamente para encontrar alguna forma de superarla hasta que, por supuesto, se encuentra con la figura del médico.

Esther Cross narra en una lengua que acaricia. La sordidez de algunas escenas contrasta con su lenguaje limpio, directo y –no pocas veces- con deliciosos tonos de niña ingenua, lo que lo convierte en un elemento fundamental del intenso placer que produce la lectura. Es una experiencia extraordinaria sostener ese doble registro del lector que sigue el desarrollo de los acontecimientos mientras permanece atento al modo exquisito con que son narrados.

¡Haga la prueba! Deténgase sobre las frases como sobre una partitura. Permita que esa rara música hecha de palabras suene en sus oídos mientras recorre el universo atroz en el que habitan sus criaturas. Observe el modo en que construye cada comparación: “…la dejó pasar, como a un secreto”; “…retrocedió, como en la palma de una mano inmensa”. Deténgase cada vez que Cross utilice la palabra “como” y encontrará uno más de los múltiples motivos para leer Radiana con un lápiz a mano.

Diagnósticos, tipologías y cadenas: acerca de una experiencia de lectura.


Si yo no fuera un médico que lee, si lograra ingresar en la literatura con menos insolvencia. Si pudiera sacudirme la obsesión por el diagnóstico y las cadenas de las tipologías, ninguna de estas ideas hubieran perturbado mi lectura. Pero -ustedes ya lo saben- es demasiado tarde y ya no podemos evitarlo.

Rita Lavenza sufre un episodio cuyas secuelas le impiden volver a tocar el piano. ¿Padece Rita stress post-traumático”?

Su médico examina sus manos, hasta los huesos, y le dice: “Usted puede imputarlo al miedo. Pero la verdadera explicación es esta” .

Todo el antiguo debate entre mente y cuerpo ingresa en esa frase. El doctor encarna el modelo de profesional que –aunque ya casi no exista- aún se empecinan en percibir desde muchas perspectivas. Obstinado, busca en los huesos lo que parece habitar en la mente. Usted y yo sabemos que –entre ambos sitios- hay distancias más cortas que las que se le atribuyen. A su manera el Dr. Lázaro Salvo también hace de Rita un robot protésico. Rara forma de trasplante. Rita recibe una mano artificial y Radiana (el robot que construye su esposo) los huesos de Rita.
Cross es psicóloga. Es una fortuna, que en sus textos, la escritora no se deje contaminar por la licenciada. Cuenta, no interpreta. Nos evita de este modo la intolerable literatura de consultorio.

Tal vez el amor, ese malentendido, “impuntual por donde se lo mire”, no sea más que la hipertrofia de ciertos rasgos observados sobre el espejo deformante de quien ama. Se ha dicho que un travesti es una “mujer máquina” por su carácter de construcción deliberada. La exageración de las señas femeninas, la desmesura de esas marcas que el travesti encarna, son la corporización de la mirada masculina. Imagino que esta es una de las razones por las que representan para muchos hombres “la mujer ideal”. Enfrentados a la deformidad de su propia representación no pueden evitar rendirse a la fascinación de los espejos.

Un robot es, simultáneamente, la concreción del viejo sueño genésico del hombre - desde Frankenstein hasta la oveja Doly- y la ilusión antropomórfica de la máquina humanizada. El profesor Elmer Dus crea un objeto sincrético. Una síntesis entre su proyecto de artefacto y la metonimia de su mujer encarnada en sus manos. La parte por el todo. Su amor siempre estuvo focalizado en aquellas manos que traían, como a un accesorio inevitable, a su mujer. Finalmente es sorprendido por la mucama mientras camina en su laboratorio “de la mano de una mano”. Sueño hecho realidad. Inverosímil, fantástico, desmesurado. ¿Qué importa? Cualquiera sabe que “la verdad no es siempre del todo cierta”.

Radiana es una novela que reproduce en su estructura la idea de que las cosas suceden en la ilusoria distancia que separa el comienzo del final. También aquí, para comprender un suceso del presente, es imperativo retroceder al pasado. Volver, luego de ese viaje, es regresar provisto de sentido. Fatalmente alguien deberá preguntarse –como San Agustín- ¿qué es el tiempo? Fatalmente, no podrá responderlo. No puedo menos que confesar que los ecos de “Continuidad en los parques”, del entrañable Cortázar, rondaron mi cabeza cuando me despedía del feliz encuentro con este texto.

Si yo conociera a más escritores checos que a Kafka o Kundera, tal vez hubiera podido caminar por las calles de Praga sintiéndome perseguido por fantasmas distintos a los del “padre” o el “comisario político”. Tal vez, si hubiese leído Radiana hace algunos años, hubiera sido capaz de identificar la sombra metálica de algún robot detrás de las columnas góticas de la Catedral de San Vito. Esther Cross dedica su libro a la memoria de los hermanos Karel y Joseph Capek, escritores checos que inventaron la palabra “robot”. En esa ciudad, cuya sinagoga alumbró el Golem, ancestro mítico del robot. Allí también dos hombres contemporáneos fundan una dinastía creando una palabra. Es curioso, pero me he preguntado por qué.



Referencias:

Autor: CROSS, ESTHER
Editorial: Emecé
ISBN:978-950-04-2866-8
141 páginas
Peso estimado: 210 gramos

¿Quién es Esther Cross?


Nació en Buenos Aires en 1.961. Licenciada en Psicología, abandonó esa profesión para dedicarse a la actividad literaria.

En 1988 publicó Bioy Casares a la hora de escribir, libro de entrevistas con el autor escrito en colaboración con Félix Della Paolera.

El despliegue imaginativo de su narración y la fluidez de su prosa le valieron el Primer Premio en el concurso Héctor A. Murena de la SADE, en el género cuento, los premios de las revistas First, Puro cuento y Plural (México), así como menciones en los concursos Juan Rulfo Internacional y Manuel Mujica Láinez.

En 1992 publicó su primer novela Crónica de alados y aprendices. Ese mismo año obtuvo el Primer Premio para novela inédita de la Fundación Fortabat con La inundación, publicada en 1993. Ha publicado también: La Inundación, El banquete de la araña,, La divina proporción y Kavanagh. Sus libros han recibido importantes distinciones en el país y en el exterior.

En 1.998 recibió la beca Fullbright – Fondo Nacional de las Artes.
En 2004 recibió la beca Civitella Ranieri.
Colabora en distintos medio escritos.

• Comentarios del libro disponibles en la web:

Yo, Robot, Angela Pradelli. Página 12

• Textos de Esther Cross disponibles en la web:

Los Wilkinson (en La Mujer de Mi Vida)

La divina proporción

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